jueves, 19 de agosto de 2010

de libris, liebres y libélulas

A veces la carrera loca se interrumpe, la liebre se detiene a tomar el té en tacitas de plástico vacías respetando el riguroso ritual que juegan las niñas -y a veces yo cuando aún lo sigo siendo.

Debajo de la premura se encuentra el instante eterno. Lo sé, lo sé hace tiempo y es por ello que miro extrañada algunos manuales de procedimientos que pretenden ordenar la vida como si realmente algo hiciera mella.

Rasqueteo con una uña infantilmente curiosa las mellas que los intentos vanos dejan en el tejido del mundo. Y esquivo con elegante saltito los abismos causados por los intentos exitosos. El mundo es marcable. Pero por su debajo corre el río que no corre y que desmiente todas las distancias.

Es como, por ejemplo, cuando leo, y los diminutos dragones enlazan luminarias con mi mirada.

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