viernes, 29 de julio de 2011

Arqueología del ser III

La Psicopompa (aka La Mujer que Salió Sola de la Muerte mientras los Otros Rescataban a sus Amadas).

Habitante de naturaleza esquiva, le raja a los nombres facilongos y las nomenclaturas tranquilizadoras. Todos los panteones tienen su representante psicopompo (aquél que guía a las almas en las transiciones, especial y destacadamente la transición hacia el reino de los muertos). Pero así como hay chamanes encargados de marcar el camino del buen morir, también una psicopompa interior nos señala el sendero de nuestros traspasos.
Su origen es siempre el mismo: aquel preciso momento en el que la inocencia es ultrajada, aterrorizada, exiliada del mundo hacia un topos inferior y translúcido, desde el cual la psicopompa no puede dejar de ver lo nunca visto ni de forzar las artes para comunicar esa visión imposible sin caer en (o para no caer en) el soliloquio de la locura. Locura locura. Locura posta, eh.
Pensemos en la tierna Perséfone, inmersa en el mundo idílico de su madre Démeter: joven Koré recogiendo flores en el prado, mientras en la baticueva de Zeus, el tiíto Hades proclama su deseo incontenible y el progenitor olímpico le cede a su hija 'pero en rapto, cosa que esa harpía de la vieja no me venga después a romper las pelotas'.
Entonces se abre la tierra y comienza el espanto.
Hasta que el espanto termina.
No voy a ahondar en los periplos de Démeter por recuperar a su niña, ni en el femenino accionar de la anciana Hécate (eso amerita otros textos). Solamente cabe decir que Perséfone prueba el fruto del inframundo y queda así eternamente enlazada a él y a su raptor, que la declara reina.
Hades, el dios rumiante del fondo de la tierra, donde también residen los muertos. El lugar de nuestros recelos, de nuestros silencios más profundos. El secreto rincón que hace posible la existencia de nuestros engaños.
Perséfone, diosa de la primavera, vuelve a la tierra superior haciendo que todo nazca, pero portando el saber de la muerte (la analogía es por demás clara).
Como psicopompa, guía a quienes llegan al inframundo y muchas veces a quienes intentan salir de él.
Si entendemos que la muerte no se opone a la vida, sino que la fecunda, podemos entender que a cada segundo algo se nos muere y algo nace. A veces, eso que muere y eso que está al nacer son columnas de nuestro precario Templete del Yo. Y nos quedamos a medio camino, Sansones ciegos y despeluchados que no se animan.
En esos casos, seguro aparece ella. Puede que no la escuchemos ni la queramos ver. Puede que deseemos permanecer allí, en ese umbral eterno de la no-vida y la no-muerte. La famosa palabra que reemplaza la de 'existencia'. Y que es la de 'duración'. Volverse duro en el recuerdo de lo que es posible pero nos desarma. Figura de sal ante la visión de lo que acaba de morir en nosotros.
Pero ella.
Si es que nos queda oído y ansia, ella cobra fuerza.
Es la Mujer que Salió Sola de la Muerte mientras los Otros Rescataban a sus Amadas.
La que sintió que el suelo bajo sus pies se abría y nada quedaba en su lugar y nadie fue su recurso de salida y nunca halló paño para la herida en medio de su cuerpo y aún así se arrastró fuera del lugar de la masacre a donde ella sabía que había empezado la vida y donde ella recrearía los cuidados que nadie le daría y sería su madre, su padre y su propia descendencia.
Allí, olvidada del mundo -no de sus meros rituales, sino del Mundo Mundo. El Mundo posta, eh. Sin oídos que escuchen el desgarro de su pecho. Sin manos que calmen las punciones en su cuerpo. Sin gasas que algodonen la quemadura en su frente. En ese inmenso silencio que no tiene nombre y que explota en ruido de maquinarias de movimiento perpetuo masticadoras de cartílago, tendones, nervio y hueso. Ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca en derredor noche de paz noche de ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca todo duerme en ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca
ESE es nuestro inframundo intolerable.
Pero nuestra psicopompa trae el kit de anteúltimos auxilios para el alma, la potente camarada enfermera de dios.
Escucharla es entender que lo muerto, bien muerto está.
Y que lo que nace, depende de nosotros.
Seguirla como a una lucecita en los fondos abisales implica aprender a cuidar la inocencia (como lugar originario del ser, como espacio auténtico, no como esa ilusión tontona de bondad con la que se le asocia).
Y florecer en otros seres inframundanos que, como pretorianos, preservarán la vida.
La Mujer que Salió Sola de la Muerte mientras los Otros Rescataban a sus Amadas sabe que somos más fuertes que el dolor, como lo sabe toda mujer que recién ha parido.

domingo, 24 de julio de 2011

Arqueología del ser II


La San Puta. Visión parcial de lo femenino diseñada a imagen y semejanza de la verga. O, aún peor, de lo que algunas versiones oficiales dictaminan propicio para que la verga se alce. Muñeca de plástico convertida en carne, embadurnada en los colores de una seducción trillada, pero no por eso menos efectiva. Pavlov experimentó con perros pero porque intuía cuánto de ello se aplica a nosotros, los humanos. ¿Qué hay de irreverente en santificarte, puta? Si las coreografías convencionales del sexo, hoy, son rituales de poder garantido. Sométete, y serás dueña y señora de su deseo. Niégate, niega todos aquellos aspectos de tu ser que te alejan de esa fantasía congelada y socialmente bombardeada a cada segundo, y serás recompensada como en otros tiempos lo eran aquellas que negaban la concha jugosa y los movimientos serpentinos del cuerpo, con la finalidad de ser inmaculadas. Inmaculadas antes, inmanentemente culeadas ahora, poco cambia si en ambos casos tenemos un panteón a quien honrar y semejar. Una dura iconografía que nos corta las carnes y el deseo, nos modela como arcilla hasta que la vida se revela y todo cobra matices impensados. Son otras presencias internas las que puede tomar la posta en esos momentos (sujetas a otros textos).
Pero volvamos a la San Puta. A sus territorios oscuros de desenfreno y nubosidad variable. A la soledad de su día, porque la idolatría dura lo que un polvo o dos. Y la magia se termina cuando la verga no necesita más. Dicen que siempre vuelven, es cierto. Pero cuando la verga manda. No cuando la San Puta se limpia a solas las marcas de sus breves momentos de gloria, se prepara unos mates y mira salir el sol.

mambl rambl tri

cerrá los ojos y el clavomóvil nos lleva a playas vacías atravesamos la ciudad despertándose al mismo sueño de mierda pero la dejamos atrás y llegamos al territorio suburbano de barro y lámparas desnudas en las calles y en las cocinas y perros en banda niños en banda gente en banda que nos mira pasar luminosas y quién sabe si quizá le agitamos algún recuerdo o promesa olvidada y esa persona vuelve a ser quien nunca fue y en estas pequeñas contradicciones nace algo o alguién o algún pequeño hacer y de esa manera nuestra felicidad tiene consecuencias impensadas buenas malas no importa eso es nada
entonces
dejamos atrás la marronicidad suburba camino a campos cultivados paradas de camioneros donde tomamos mate y medialunas y seguimos tras caballos al costado de la ruta y la bruma que nace de los ojos de agua de los enormes charcos de la palangana pampeana y las vaquitas ajenas que por historia nos pertenecen más los sembrados los girasoles mostrándonos el camino del astro pendular que va y viene al final de cuentas es lo que único que viene porque nosotras solamente vamos más y más allá hasta que el bosquecito se transforma en manso río enorme panzón y meandroso del llano desbordado y amado por las cañas cruzado por los puentes que nos llevan al barro amarillo de las tierras del Tuyú donde payan fantasmas y barcos hundidos nos gritan su memoria y caracoles se persignan en sus cementerios escondidos y los muelles dicen nuestro nombre secreto ese que ni siquiera nosotras sabremos hasta que sea muy tarde y el mar lo pronuncie.

jueves, 21 de julio de 2011

Arqueología del ser I

Arqueología del Ser I.

Una de las formas que toma el depredador interno es La Madrastra.
Su imagen dinsneyiana llega a nosotros plena de temor y erotismo. Un erotismo nacido en los símbolos tras los cuales ella oculta su naturaleza, y mediante los cuales domina las apariencias y el deseo de las personas.
Como en toda lógica de AMO y siervo, depende de su propio reflejo en forma enfermiza. 'Espejito espejito'. O de ocupar exactamente el espacio determinado por el deseo del otro. 'Hacé fuerza, ese puto zapatito de cristal TE TIENE QUE ENTRAR'. Una suerte de tampón que se complace solamente cuando el otro -o uno mismo- tiene tremenda e insaciable la carencia (que es allí donde depreda, La Madrastra).
Además, pobre La Madrastra. El tiempo ha pasado y se niega a crecer -es una más de esos habitantes de los aspectos pétreos, congelados del ser, que no aceptan ni saben surfear los cambios de la vida- .
Lejos de permanecer niña (ya que esto requiere de estar siempre en el costado del nacimiento y acompañar los sucesivos ciclos de la existencia), se osifica en un rictus antinatural y deformante, como uno de esos árboles llenos de nudos. Pero a diferencia de ese noble transcurrir vegetal y milenario, ella no aprende. No es la Vieja Sabia, ni la Bruja Poderosa (ambas más allá de lo que piense el mundo acerca de ellas). La Madrastra cree que la vida ha sido injusta con ella y que por eso tiene derecho a todo. Casi sin darse cuenta, traiciona esa creencia al conseguir ese todo mediante la ocultación y la alucinación. No tolera verse sin sus propios mecanismos de engaño. De hecho, ni siquiera se reconoce sin esos mecanismos.
Ahora bien, dijimos que es una de las formas del depredador interno. Pero... ¿cuál es su presa?
La frescura. Todas aquellas personas o aspectos de su propia personalidad que brotan como primavera, seguros de sí mismos y sin afeites ni camuflages negadores de lo que son.
Nada peor para La Madrastra que Blancanieves, quien es capaz de conmover al asesino sin decir palabra, hacerlo desistir de su oscuro designio, apenas y solamente por ser quien es y por mirar como mira. La carne tierna, que es capaz de convocar al amor de los seres subterráneos y procurarles cuidado maternal sin reclamo de posesión. Blanca crece al margen de las prácticas cortesanas, de su minués y velos que se corren, joven carne blanca en los bosques de la vida.
¿Y qué hace La Madrastra?
Primero se llena de furia, casi incrédula de que la carne tierna consiga sin esfuerzo lo que ella logra al límite de sus fuerzas de creación y dominio. Luego se pone práctica.
Se acerca a esa luz de la manera en que sabe que esa luz responde (conmoviéndola desde la protección y la debilidad), cuando se disfraza de pobre anciana que vende manzanas y da consejos. En algunas versiones menores, Las Hermanastras, tratan de imitar a la joven de carne tierna a quien desprecian. Apropiarse de su simple don y de su pequeña luz entre cenizas. Le usan las ropas, pensando que la belleza está en las formas superficiales, sin entender que hay algo que le da vida a cualquier tela, joya o maquillaje. Y que lo demás es, al decir de Benjamin (creo!), sólo 'un cadáver colorido'.
Los cuentos de hadas (adaptaciones infantiles de antiguas leyendas acerca del espíritu humano) dicen que finalmente la carne blanca y tierna logra encontrar su príncipe, que la rescata.
Para el alivio de las feministas, el príncipe representa el principio de la acción. Cuando la carne blanca y tierna decide salir de su propia tumba o ensueño. Y vivir su vida en autenticidad, Reina Coronada (pero de sí misma y de sus comarcas). Y guerrera, con su espada marcándole el territorio a todas Las Madrastras.

martes, 19 de julio de 2011

Exotérica II

En un segundo cae la compleja arquitectura de naipes que me disfraza.
La gitana los vuelve a barajar y los esparce en forma de acordeón rumano.
A estas alturas sabemos que no escribo ficción otra que la que reflejan mi cuerpo y mis días.
La Emperatriz es la carta de la noche.
Divina trinidad que materializa el mundo, voluntad femenina de la manifestación.
Hace cuatro noches que me visitan, arcanos.
Hierofante.
Loco.
Mago.
Y hoy, la Mujer Dorada que preludia los trigales y lleva la corona del tiempo.
Me habla de dejar ser. Si cierro los ojos, me muestra ríos que nacen en desiertos, vertientes imposibles donde los seres encuentran sustento e impulso vital.
Si no cierro los ojos, lo visible se radiografía y relucen relámpagos subterráneos, terremotos dionisíacos que descascaran los hábitos del transcurrir.
Debajo del mundo, sigue el mundo.
El Loco me grita que aliviane la carga porque los ríos bajan demasiado rápido y nací para acompañar la corriente que no cesa. Desde lejos parece que abro puertas, pero no. Voy montada a la ola mínima que mueve las eras.
El Mago despeja la mesa y emplaza los artilugios del engaño. Sé que vos sabés que yo sé que sabés usarlos, parece decirme. ¿Y entonces? ¿Por qué detenida en este juego de pocos si...?
El Hierofante llama a cada cosa a su lugar. Inaugura oficialmente el buen camino.
Pronto habrán de llegar otros... el ermitaño, la Papisa. Aquellos que con su luz interna caminan la Noche Oscura del Alma.
Pero no esta noche.
La Emperatriz calla con la esfera en su cetro. Florece su vestido con las granadas de Perséfone y el inframundo, ya que todos los aspectos terrenos son de su dominio. La voluntad se le hace nido de fuego en el ombligo que la une a lo infinito.
Un látigo me atraviesa desde el sexo a la coronilla. Porque sí, soy sexo también.
Pero mi tierra sembrada es un maizal virgen que me acaricia.
Mujer entera.

mambl rambl chú

sentrecort....saje...abemos porq...
(breve brevísimo corto y pequeño, el amor levantó vuelo y estalló en palmera artificial sobre playas de plástico)
Ahí estás. Marioneta del día. Manitas atadas con piolín a la nada.
Latís como cuadrúpedo asustado. Pero sin sus pelotas, o bien, sin las ubres rebosantes de la vida.
-esto será un nuevo mambl rambl o qué-
swishhhh....asi cas.... entien...ada...
Crípticamente, como salida de una tumba milenaria con el lenguaje renacido entre los dientes.
La Sala de Egiptología del Museo de La Plata.
Esfinge, Faraona y Sarcófaga (extraños tus apetitos).
Entonces te lamentás de tu corona. Y de todos tus oropieles.
Pero son el camisoncito débil que decidís ponerte para no dejar brecha posible a la realidad.
(nos sentamos a matear apoyando el traste en piedras de telgopor que huelen a pintura metalizada)
Te quejás del minué, aborrecés las jerarquías. Solamente porque le tenés pavura a ser nadie desde sus ojos.
Pero qué mantequita, che.

Me desarmo en escarabajos de ónix. Esa es manera digna de perder la figura.
Mis labios débiles, mis ojos intensos, la suavidad cachetona de mi cara, mis pechos blancos y mínimos, mis huesos fuertes de venida del norte.
Todo deja de ser mío para infiltrarse entre las hojas podridas, el agua que cae y el agua que corre, el barro y la baldosa rota.
Escarabajeada, insectificada, vuelta al reino eterno de lo que no tiene conciencia de MI, y corre pulsado por un sí mismo indiviso y contradictorio.
De regreso a la cuna bulliente de la vida, el descanso es una de las formas menos quietas del estar.

martes, 12 de julio de 2011

Bestia 2010

Una jovencita despreocupada camina a lo largo de la calle Perú. Va cantando en voz baja o hablando sola. Aquí y allá se detiene a mirar vidrieras como espejos.
Cruza las vías con la barrera baja, porque el tren está lejos. En medio del cruce, se queda quieta y mira a la derecha vacía. Luego, a la izquierda. Es la dirección por la que se aproxima la máquina a marcha lenta y bocina caliente. Ella sigue su camino hacia el otro lado, pero se queda tras la barrera. Desde esa seguridad espera que el tren le pase frente al rostro y la abofetee con sus vientos. Piensa en los posibles escupitajos y duda, pero recuerda que estas formaciones tienen ventanas herméticas. Por eso, persiste en su espera. El suelo tiembla, la bestia pasa, el aire revuela, los ojos se entrecierran.
Ella regresa al día y su primavera, desubicadas en tiempo y lugar las dos. Sin poderse despegar el viento cruza la calle.
Pasa una bestia menor, que puede ser cualquiera.
Y en la esquina denfrente empieza la ausencia.

lunes, 11 de julio de 2011

mambl rambl

Sangra. Otra vez sangra. Y primero pienso 'neh'. Pero después sí, total, quién mierda puede distinguir entre una construcción poética o ficcional y un pedazo de biografía cuando todo viene endulzadito con la pátina pegajosa de las visiones de siempre. Amanecer, chicas que caminan hacia el alba o ya, exitosas, habitan el poniente. Nacimientos, libélulas, jazmines, espada, caravana y niña sagrada centro del mundo y reconstructora de la carita de los muertos. Tooooodo eso. Más la mezcla entre el rioba y la academia, y algún aguijoncito irreverente para que no parezca que parezco demasiado.
Por eso puedo decir que sangra, que otra vez sangra, sin temor a que me lean el rostro (sigo reciclando frases viejas) mencionar horizontes luminosos, caminos de promesa, hombres y mujeres que laboran bajo el cielo azul y un puño rojo se levanta contra el cielo negro y esas letanías que suelo decir.
Sangra; la princesita descastada tiene las llaves del camino.
-sangra- camina deseo entre tus piernas.
s a n g r a //: muy señora mía
SANGRA -otra vez sangra- mujer despoblada de los rituales del amor
sang-ra (escenas guionadas repeticiones disciplinadas del supuesto descontrol)
las palabras el amor lo cierto y todas sus chotas distancias, sangra.
Es entonces que, por ende, básica, pura y simplecitamente abuso de los conectores lógicos y discursivos que te (en)causan la mirada.
Triunfante, sabedora de que esto es ficción o poesía y nunca podrás tocarme vuelvo a decir, para que no me escuches y ni te enteres del ser real que patea con los dedos estas teclas, envuelta en este decir algodonado (aunque parezca que no)
Sangra.
Sangra otra vez.
Y me traicionan los deícticos.

mambl

Es el zumbido neutro del mundo en el cuerpo cansado. Ojos pesados y una boca que no se resuelve a cruzar las palabras.
No sé muy bien qué escribo, trato de replicar las idas e idas de voces en la cabeza que es mía -las voces en la cabeza otros pueblos reconocían voces en diferentes partes del cuerpo en caso de que me sucediera es porque me habré vuelto aún más extranjera?
Prosigo.
Esas marcaciones ultraconvencionales que hago para fingir que retomo un hilo en realidad inexistente, acaso los hilos conductores sean puramente eso la pose de que sé de qué hablo y que las escapadas a cualquier parte están justificadas ya sea por el estilo o por algún cinismo elegantón que me cae como anillo al dedo.
Pero el zumbido persiste, y es otra mise en place con los ingredientes dispuestos para volver al principio de la palabra para hacer como que nunca dejé ese lugar para demostrar la firmeza de criterio o lo certero del trazo de cuchillos conceptuales y toda esa maquinola pensante que se lamenta por no poder enfrascar más que a lo que ya se ha escapado.
Gatito capón. Gordito gatito capón, el desconcierto de una asociación que pasa por juego de palabra pero está tejido por imágenes de las que nunca te he hablado, la magia secreta que hace que una cadena asociativa de lleca parezca un ejercicio sublime de la imaginación. 
El secreto de la puesta en escena. Las palabras y sus modos de decir, todos ellos sin rango entre los dedos los ojos entrecerrados el zumbido el cuerpo el mundo
enumeración -a propósito descamino los sintagmas, a propósito enumero como balbuceando pero NO estoy balbuceando al menos no todamente
entonces
alguna frase sobreviene
una frase en latín mientras a mis espaldas un personaje de ficción explica por mayonésima vez que el asunto no es por qué mata a algunas personas sino por qué no mata a todos y lo dice en inglés que es el sonido mudo que más me acompaña cuando estoy
acá

domingo, 10 de julio de 2011

Caravana 2.

El corazón de la ciudad se abrió como una granada y su sabor ácido, rasposo y dulce nos guió bajo la noche amarilla.
Gente, montones de gente en murmullo ensordecedor y masticación implacable, cubiertos pelados sin mantel, meseros sin minué y una masa dorada bajo el astro mayor, que porta la corona de los frutos de la tierra (vemos como lo universal nos atraviesa, coordenadas multidimensionales tensadas para que explote lo indecible).
Atravesamos entonces el umbral de la cordialidad cobarde. Entramos en el terreno del te digo lo que pienso. Y me enojo, me hiervo, me aplaco (hacés tus movimientos surfer sobre el oleaje de mi furia), expongo mi odio milenario ante las prácticas sectarias y entendés entonces lo cierto que hay en el llamarme ácrata de rioba.
Vadeamos otras aguas, en busca de la intensidad keniata o colombiana que invite al día. Pero no. Lo que se dice keniana tiene el aguado gusto de las multinacionales, mientras noto con incomodidad que los hombres me miran los aros y probablemente el peinado diesel punk. Vos desparramado en un sillón, no te dejás llevar por pequeñeces y contemplás de frente cómo se entrelazan nuestros claroscuros sobre la mesita ratona del bar.
Sin obvia intención hacemos la lista larga de las razones que a pesar del tiempo nos convocan. Cómo, a diferente distancia y en dispar relación con los aspectos pétreos de la existencia, tiene sentido habernos cruzado y de allí en más seguir tejidos en forma imposible de explicar convencionalmente.
Vos, con tu avidez predictiva que calme el pánico ante lo desconocido.
Yo, con mi puño alzado que procura rajarle a las condenas de este mundo. Que no son las cosas que ya sabemos que pasarán (la muerte, ponele), sino la promesa obtusa de que si somos de tal o cual manera seremos recompensados.
Me llamás rebelde cuando desarmo pieza a pieza los mecanismos de tu creencia. Que son básicamente los mismos que los de la mía, nada más que mi creencia se basa justamente en esos mecanismos (esa pasión por tener la última palabra jodedora e inconcluyente, entre burlona y cejialzada).
Me llamo al silencio cuando reconozco que es eso, y nada más que eso, lo que queda por decir.
Reiniciamos la marcha por calles a punto de ver el día.
La despedida es rápida porque se me va el colectivo.
Vos te quedás mirando desde la vereda y hago payasadas a través de la ventana del bondi. Te doblás de risa.
Y sí. En camino a territorios conurbanos, se abre ante nosotros el umbral de lo entrañable.

sábado, 9 de julio de 2011

Amoris causa.

Dije:
-La noche ha perdido su altar de sacrificio.
También:
-La noche ha cambiado de credo.

Porque no más esa entrega a dioses que solamente viven en tu deseo. Esa puta complementariedad utópica nacida en el costado herido del cuerpo. En su partecita apaleada, buscadora compulsiva de promesa de lo que no hay, para escaparle al dolor y a la ausencia.
Cambiar de credo es creer en el presente. En la tierra seca que se desliza entre mis dedos y es la cuna de futuras cosechas.
Porque la ausencia no es la mera inexistencia.
La ausencia es lo inexistente combinado con una espera. Un espectro que se mueve llenando aquello que no toleramos.
Bien.
Abajo la tolerancia y la intolerancia.
Voy detrás de la arena que quema los pies y no promete nada.
Pero quién sabe.

(La montaña es inhabitable.
No es el único lugar inhabitable.
Sin embargo es el lugar
de los que han muerto
de frío)

El amor ha de nacer lejos de las palabras.


Cuando un hombre se acerca a mi vida, lo huelo como a invasor inminente.
(ycalloesasotrasvocesctónicasq​uelollamanymellamanynosconvier​tenendiosesdebarroembebidosenm​ielresinasangresustanciasuntuo​sasdelcuerpo).
Lo observo moverse, y escucho atentamente sus palabras, para detectar artilugio o exposición del alma.
Siento en el cuerpo si me invoca como reconstructora de su cara. Y lo rajo.
Siento en el cuerpo si me llama como pasatiempo evasivo sostenedor de ego. Y lo rajo.
Siento en el cuerpo si propone una letanía monocroma de rituales vacíos. Y lo rajo.
Siento en el cuerpo si invita a caminar sin saber a dónde, con su carne expuesta.
Y ahí
rajo yo.

Hay toda clase de desborde. En una época como esta, donde te conducen a pensar que la máxima libertad está en el desborde y en la intensidad desmedida (toda una máquina publicitaria me da pie a pensar de esta manera), yo me preservo en los medios, mostrando los dientes y achinando los ojos, sospechando de todo, incluso y sobre todo de mí misma. Nadie está a salvo, nadie es más puro ni más inocente ni más agudo ni más rebelde ni más nada que lo resguarde del simplecito hecho de ser con toda la mugre y la luz y la marencoche. Entonces, verduga y ruiseñora, rajo para preservar mi espada y mi canto. O bien, me quedo, para ponerlos a prueba.


Hay tanta larva pobre pichi.
Nananananana. No te hablo de loser o la aplicación de taxonomías pedorras por el estilo.
Hablo de otra cosa, en un intento casi metodológico por operacionalizar en forma intersubjetivamente contrastable algo del sumierdero que llevo adentro.
Es que 'Veo gente muerta'.
Y no voy a ser yo la que le ponga el vestidito a lo que no tiene los colores de la vida.
Que se curtan.
También 'Veo gente viva'.
Y allá voy, quizá yo misma zombi en búsqueda de redención.


Por eso, volvemos al horizonte de jazmines del cabo. La exposición cruda y curda de mis procesos re-creativos sin filtro (bueh, no jodamos, años de entrenamiento en el arte de enmascarar, aún así...)
Ese territorio es llano de batalla. Pero en alegre batallar, hombres y mujeres como manada laboriosa tras luz indefinida. Comparado con eso, toda la puesta en escena disciplinada del buen desborde, me tiene sabor a pieza de metal punzante y oxidada en la boca: aburrido.
Por exceso de disciplina o no sé qué, mi desborde es constructivo, un gran tetris que sin embargo se banca sus propios agujeros ineludibles.
Es una gran cosa no temerle más al orden ni a las versiones oficiales de los hechos. Me deja tiempo libre para jugar.

sábado, 2 de julio de 2011

.

Palabras de una mujer sola.
Metáforas para dejar en claro su trayectoria irregular, proyectil atirabuzonado (tomo de mi lengua hermana el hábito empírico de conjugar toda clase de palabra, recombinar sintagmas atravesando paradigmas del buen decir, siempre tras la precisión medida en torno a algo que no se dice pero se triangula, oh, pueblo navegante) lanzado hacia los no sé dónde, pero bien consciente del ya te lo dije y del más te vale que.
Los umbrales del dolor y del espanto siguen ahí. Como todos los umbrales.
Pero una mujer sola los camina, los trasciende, los penetra, los incluye en su real anatomía (real como cuando nos dejamos de joder con las multiplicidades del sentido y las veleidades de los negadores de la piedra y aceptamos la carne carnita doliente y nacedora que somos) y se constituye psicopompa de jabón mientras una niña abrepuertas sopla mundos a través de ojalillos de metal.
Mujer sola, despoblada de los rituales del amor, incide en el espacio donde el amor se desguiona, se hace magma incontrolable  y por eso duele.
Hasta que no más.
Sola. Descubre el umbral del dolor sordo que acompaña y da identidad y da coraje fuerza agudeza perseverancia inefable alegría amor irreverencia luz sombra noche furia fragor y gracia.
El dolor de los dioses cuando se reconocen enteros.
El dolor de los hombres cuando se reconocen dioses abandonados.
El dolor de la mujer cuando se reconoce mujer y con ello, fundadora de la tierra.
Esta tierra.
Este mundo al margen de decálogos y decamerones. Muy adentro de la sabiduría de la vida (esa sutil inteligencia que religa lo concreto).