martes, 21 de septiembre de 2010

colmenas colmadas de silencio

Y es un silencioso zumbido en tu cabeza el que te queda cuando ya no quedan fuerzas.
Gastado, vaciado, disecado por dentro regresás a tu hogar, que ahora se convierte en el receptáculo de un cuerpo aterido y una mente divagante y ausente.

Encendés la tele para que no se note. Te duchás con música para simular que no te das cuenta. Por un segundo recordás alguna buena idea que dejaste para la noche. Desgraciadamente, el zumbido devora las precisiones y solamente sentís que algo se agita como un pececito debatiéndose en agua turbia.

A pesar del adormecimiento del cuello, de las sienes y de los ojos, te resistís a acostarte -algo te dice que no era ese el destino de estas horas previas al descanso. Entonces ponés el capítulo estreno en Sony Entertainment o la enésima repetición de Law & Order. Es claro que ése tampoco lo era, pero su ruido se suma al zumbido de tus abejitas cerebrales.

Y todo se acalla.

Me propuse caminar el día con palabras

undotré - undotré - undotré
El frenesí de un vals vienés te lleva a correr de una promesa a la otra. A pesar de ello, te pegás a la pared de piedra de la prisión y empezás a arañarla. Ese rasqueteo rítmico te recuerda los grandes propósitos de la mañana. Con mucho esfuerzo subís uno a uno los escalones hacia tu propia persona. Vas dejando el zumbido a tus espaldas, aunque cabe destacar que nunca, pero nunca desaparece del todo.

Las palabras empiezan a ser más precisas, tanto como las formas y la definición de los antiguos sueños y deseos. Entonces reís de costado y te decís 'ah, claro... si este soy yo... y lo otro?'
Lo otro no tiene nombre.
Sigue agazapado allí debajo, zumbando en el escondite donde le rajás a tu propia sombra.

El pegote inmundo de una colmena desquiciada.
Una vez despejado el estupor del enjambre, retirás delicadamente las tiras de piel seca. Es cierto, no huelen a nada, o mejor decir que tienen el perfume del anonimato.

Tu piel fresca rezuma aires de niño recién nacido. Entonces punza fuerte el recuerdo de un espacio y un tiempo donde el zumbido no había dejado su marca en la mirada. La memoria reptil y olfativa se cuela por entre tus ojos. Levantás la vista. Te sorprende genuinamente la tamaña falta de hogar con la que regresás a la vida.

 La sombra es un territorio escarpado.
Te das vuelta. Mirás ese montón de montones enterrado bien en el fondo de la celda. Te das cuenta de que en verdad estás pero no estás solo. También están el zumbido y la colmena, es cierto.
Pero en vez de salir al aire, puro y limpio como estás regresás al cieno. Te zambullís por completo. Atravesás el barro de lo incierto. Y ahí sí: renacés, pero esta vez entero.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Queso y dulce

Es así, en lo cotidiano del asunto los sabores entretejidos del queso y el dulce.

El tema lo trajo a colación Joaco, uno de esos seres iluminados que me rodean. Y yo lo apalabré de taos y dialécticas, dándole la tranquilidad de que no necesariamente era marxista (pero falsamente, ya que nada más materialista dialéctico que el queso y dulce).

Ah, la vida, la vida... los postres sencillos, la música inconfesable que todavía nos emociona, los deseos secretos que jamás admitiremos en público. La debilidad ante los sentidos, ante el océano incontenible de las pasiones.

Una estrella lejana puede enamorarte, pero no te alimentará cuando estés caído.

He aquí que, entre frases inconexas, se abre un camino.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Despedida

 Te quería con alegría. Cuando veo una foto tuya, recuerdo que te quería con alegría. Con bastante inocencia, sin por eso convertirme en mártir. Como parte amada de mi cuerpo, con el cobijo que se dan los que saben que han sufrido lo suficiente (por eso la falta de sentido cuando hundiste alegremente la daga).

No sé cómo hacer ir el dolor que dejamos entrar en mi vida, puesto que hay salidas que ya no me permito. O que ni siquiera amagan en aparecer (sí, nuestro bien conocido 'efecto benéfico del mal').

Hay tantas cosas que no te puedo decir.

Ni siquiera en este lugar anónimo, perdido en los callejones de la virtualidad.

Lo que sí puedo escribir es que por este lado han florecido la amistad y el amor por la propia sangre. La pasión por abrir puertas (la del conocimiento y la de la risa compartida...). Finalmente he llegado a ese lugar brujeril y solitario que mis cuentos anticipaban.

Y finalmente se hace patente, pesada, enorme una ausencia que NO ES LA TUYA.
La marca de alguien que no sé si pasó por mi vida y está oculto donde ya no pueda joderme, o es que me espera y lo intuyo, o es la proyección de lo que todavía me queda por conocer de mí misma. Todas estas posibilidades antes tapadas por las idas y vueltas de nuestra vida juntos.

No tolero hablarte civilizadamente. Cuando terminamos nuestras charlas siento otra vez ese desgarro en la mitad del cuerpo. No es que te extrañe. Es la conciencia de la marca del desamor, de la traición y de la pérdida de fe en el otro. La conciencia del tiempo que no fue, y de las posibilidades que ya no tienen cabida.

Es como si esta vez realmente se hubiera despertado una Nikka pretoriana que no deja que el amor de pareja me toque, por el terror de quedar así de vulnerable de nuevo. Cuando veo tu foto, me recuerdo a mí misma enamorada. Y después de algunos intentos fallidos, me doy cuenta de que esa habitante ya no volverá a esta casa.

Me despido de ella. Me despido de vos.
Y acepto lo que estos ojos descarnados tienen ahora para darme, sin pretender negar el amor que alguna vez te tuve.

Palabra vieja, mirada como de recién nacida.

Ante

Pidiendo por una voz de humo
ligero
cerrando los puños nocturnos
los candorosos puños de la noche
vírgenes de toda espera

te alejarás del vórtice
no te sumirás
en profundas cañerías
los drenajes del gran día
que no existe

aunque no hubiere otra manera
ya que el conocimiento no calma
el dolor
(mas bien lo aumenta)
y las aves no migraren
tras desconocidos veranos,
y no nos dejaren
atrás
como fantasmas apagados,
cenizas de algún lugar.