martes, 16 de agosto de 2011

Arqueología del ser V

La Sagrada me pega en medio de las tripas. Todas mis categorías preexistentes acerca del deseo se desmoronan como cubos de azúcar en agua hirviendo. No hay cuerpo más hermoso que el que ve esas visiones y camina hacia la Tierra del Horizonte. No hay labios más adorados que esos pliegues tenues y resecos, incansables de decir la gloria y de advenir un sueño.
No es una simple forma del lenguaje cuando digo besar sus pies, acariciar sus muslos, hundirme en su vientre, acunarme en su pecho seco casi inexistente que le da leche a todos los panteones divinos.
La Sagrada de piel claroscura, pero siempre ojos negros clavados en el vacío donde nacerá lo que ella anuncia. Cuerpo amado, amado, amado al precio de desarmar el mío, de desaprenderlo y soltarlo en tierra yerma, tomar la forma  del principio viril de la lanza para clavarme en los futuros que anuncia y hacerla sonreír, así, entre mundos.
La Sagrada  -madre de un cielo y de todos los infiernos que engendra su espera- me rapta hacia su lecho de agonía donde paso la punta de los dedos y tan luego mi lengua por sobre sus marcas-recordatorio del costo que tiene atravesar este mundo con los ojos fijos en lo que lo transfigura. La arropo como a una pasión prohibida, la abrazo como a una estatua de arena que se me escapa -bien sé lo poco que la carne persiste cuando la consumen esos fuegos- le canto canciones de niña para sostenerla en sus nacimientos y que así no marche definitivamente a donde por fin será cierta pero a la vez me será ausente (la Sagrada su piel cortajeada las líneas rosadas y moradas que le dicen al universo acerca del tránsito por la materia y también cómo no acerca de lo que sucede cuando la materia es un umbral hacia el Ginnungagap y y y y 
una hojita sacudida en la tormenta del espíritu o vale decir la tormenta de la nada...)
La Sagrada en su voluptuosidad árida y reseca de cuerpito alucinado caminando enfiebrecida hacia la noche, hoy mujer de calle de tierra, ayer joven operaria o agricultora en Grito o monja pía o maestrita de campo o mujer sola del pueblo y quién sabe qué otras que beberán del río ignoto y serán estaqueadas por su luz.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario