sábado, 18 de junio de 2011

Granero Molotov


Nos sentamos a la sombra de las instituciones para charlar de bueyes perdidos y de vacas encontradas (vale decir, vacas marcadas, genéticamente mejoradas, aprovechadas cada una de sus partes, en pocas palabras, desguazadas).
Vos, mocoso insolente de hablar altanero (pero altanero desde la altura de los sueños, que a esa edad es esperable y por eso lo festejo) te debatías entre celebrar el trazado productivo de nuestra tierra o hacer el debido luto a los fantasmas que dejó la vía férrea.
Pero ché, chiquitín, si lo estás diciendo... Hablás de fantasmas, verdá? ¿Qué fantasmas? Los muertos, muertos están. Lo perdido, perdido. Pero si hablás de fantasmas es que el lenguaje te traiciona y te dice que la muerte no ha ganado tanto.
Tu mirada bovina entendía que detrás del palabrerío y la risa de costado, había una puerta juguetona que se abre (en presente, porque siempre se abre) hacia la verdad y la irreverencia.
Vó dijiste fantasmas. Fuistes vos. Yo no.
Y le pegué una pitada al mate. Sentados todos a la sombra del sarmiento, cosechando las vides de manera artera.
Abriste la boca para quedarte callado. Una de las muchachitas que parecía entretenida exclusivamente en su telar pampa, sin despegar los ojos del hilo negro, te escupió.
Si son fantasmas todavía te persiguen, boló.
¿Qué nos persigue, m'ijito? Si tu tez es clara como del piamonte. Y tu nombre, moderno, como de serie de tevé.
Ahí me contestaste desde la altura luminosa del que abrió la puerta del sótano.
Es que cuando como un tomate leo el sueño migrante que no se trabajó. Cuando hago un asado en cruz, veo la carga mestiza de nuestra especie. Y se me llena la cabeza con el eco de palabras que nunca escuché pero quedaron grabadas en las calles, en las rutas y en el territorio informe más allá de esta pequeña enormidad urbana.
Profecías que se cumplieron -dice la que parece una pitonisa preparando empanadas.
Ajá.
Vos te encendés. Y dios sabe cómo me vuelvo a todas las religiones cuando veo semejante clase de milagro.
Claro. Orden y progreso. Paz y administración. La pampa regada con sangre de gaucho, el exterminio del indio piojoso. Gringo peligroso, judío y comunista. Salvaje unitario. Cipayo vendepatria. Descamisado y cabecita negra. Todas las etiquetas todas. Pero esto...
Y alzás un poco de polvo de la tierra, a la sombra del constructo político-legal llamado de mil maneras.
Esto... esto sigue igual.

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