domingo, 25 de septiembre de 2011

Te lo agradezco pero no.


Tomá. Te devuelvo tu belleza. No, no lo tomes a mal. No es desprecio, es que a alguien le puede venir mejor que a mí. Yo tengo la mía. Una forma bella como bailarinas clásicas hipopótamos, o como araña culona que teje palabras. Sí, sí, te entiendo, querés salvarme de los suplicios a los que la sociedá condena a las mujeres feas. No te preocupes, metete la salvación en el ojete. ¡Epa! Si fue bueno para el nuestro también lo es para el tuyo, que el ojete es una región anatómica transgenérica y libertaria.
Acá te la puse, con un moñito a tono. Tu gusto es dudoso y la dejé en el mejor estado posible para que le agrade a quien se la des. No es resentimiento, no malentiendas. Queremos andar livianas, pintando bellezas con aerosoles en los murales de nuestra casa, patear calaveras mejicanas con piernas sin depilar y hermosos vellos dorados al sol celebrando nuestro presente bestia, conchas ruludas de hembra grande y no remedos de lo que no te atreverías hacerle a una niña.
Para esas cosas, y otras tantas, tu sello de pasteurizado nos molesta. Es la misma sensación que usar pantalones chicos que te aprietan los huevos. ¿Qué cómo lo sabemos?
Siglos de modas que nos apretaron las tetas para tu placer y beneficio.
Décadas de estudios que nos aprietan las tetas para tu lucro y dominio.
Y el pavor de ser un cuerpo que no nos pertenece.
Por eso, gracias.
Pero por fin, NO.

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