viernes, 29 de julio de 2011

Arqueología del ser III

La Psicopompa (aka La Mujer que Salió Sola de la Muerte mientras los Otros Rescataban a sus Amadas).

Habitante de naturaleza esquiva, le raja a los nombres facilongos y las nomenclaturas tranquilizadoras. Todos los panteones tienen su representante psicopompo (aquél que guía a las almas en las transiciones, especial y destacadamente la transición hacia el reino de los muertos). Pero así como hay chamanes encargados de marcar el camino del buen morir, también una psicopompa interior nos señala el sendero de nuestros traspasos.
Su origen es siempre el mismo: aquel preciso momento en el que la inocencia es ultrajada, aterrorizada, exiliada del mundo hacia un topos inferior y translúcido, desde el cual la psicopompa no puede dejar de ver lo nunca visto ni de forzar las artes para comunicar esa visión imposible sin caer en (o para no caer en) el soliloquio de la locura. Locura locura. Locura posta, eh.
Pensemos en la tierna Perséfone, inmersa en el mundo idílico de su madre Démeter: joven Koré recogiendo flores en el prado, mientras en la baticueva de Zeus, el tiíto Hades proclama su deseo incontenible y el progenitor olímpico le cede a su hija 'pero en rapto, cosa que esa harpía de la vieja no me venga después a romper las pelotas'.
Entonces se abre la tierra y comienza el espanto.
Hasta que el espanto termina.
No voy a ahondar en los periplos de Démeter por recuperar a su niña, ni en el femenino accionar de la anciana Hécate (eso amerita otros textos). Solamente cabe decir que Perséfone prueba el fruto del inframundo y queda así eternamente enlazada a él y a su raptor, que la declara reina.
Hades, el dios rumiante del fondo de la tierra, donde también residen los muertos. El lugar de nuestros recelos, de nuestros silencios más profundos. El secreto rincón que hace posible la existencia de nuestros engaños.
Perséfone, diosa de la primavera, vuelve a la tierra superior haciendo que todo nazca, pero portando el saber de la muerte (la analogía es por demás clara).
Como psicopompa, guía a quienes llegan al inframundo y muchas veces a quienes intentan salir de él.
Si entendemos que la muerte no se opone a la vida, sino que la fecunda, podemos entender que a cada segundo algo se nos muere y algo nace. A veces, eso que muere y eso que está al nacer son columnas de nuestro precario Templete del Yo. Y nos quedamos a medio camino, Sansones ciegos y despeluchados que no se animan.
En esos casos, seguro aparece ella. Puede que no la escuchemos ni la queramos ver. Puede que deseemos permanecer allí, en ese umbral eterno de la no-vida y la no-muerte. La famosa palabra que reemplaza la de 'existencia'. Y que es la de 'duración'. Volverse duro en el recuerdo de lo que es posible pero nos desarma. Figura de sal ante la visión de lo que acaba de morir en nosotros.
Pero ella.
Si es que nos queda oído y ansia, ella cobra fuerza.
Es la Mujer que Salió Sola de la Muerte mientras los Otros Rescataban a sus Amadas.
La que sintió que el suelo bajo sus pies se abría y nada quedaba en su lugar y nadie fue su recurso de salida y nunca halló paño para la herida en medio de su cuerpo y aún así se arrastró fuera del lugar de la masacre a donde ella sabía que había empezado la vida y donde ella recrearía los cuidados que nadie le daría y sería su madre, su padre y su propia descendencia.
Allí, olvidada del mundo -no de sus meros rituales, sino del Mundo Mundo. El Mundo posta, eh. Sin oídos que escuchen el desgarro de su pecho. Sin manos que calmen las punciones en su cuerpo. Sin gasas que algodonen la quemadura en su frente. En ese inmenso silencio que no tiene nombre y que explota en ruido de maquinarias de movimiento perpetuo masticadoras de cartílago, tendones, nervio y hueso. Ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca en derredor noche de paz noche de ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca todo duerme en ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca ñaca
ESE es nuestro inframundo intolerable.
Pero nuestra psicopompa trae el kit de anteúltimos auxilios para el alma, la potente camarada enfermera de dios.
Escucharla es entender que lo muerto, bien muerto está.
Y que lo que nace, depende de nosotros.
Seguirla como a una lucecita en los fondos abisales implica aprender a cuidar la inocencia (como lugar originario del ser, como espacio auténtico, no como esa ilusión tontona de bondad con la que se le asocia).
Y florecer en otros seres inframundanos que, como pretorianos, preservarán la vida.
La Mujer que Salió Sola de la Muerte mientras los Otros Rescataban a sus Amadas sabe que somos más fuertes que el dolor, como lo sabe toda mujer que recién ha parido.

2 comentarios:

  1. ¡Has milongueado, po! ¡Viva la mitología greco-porteña (o bulognesa)!

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  2. ¡Eso! ¡Buloñense! Judeo-greco-buloñense (hay algunas alusiones a Sansón y a la mujer de Lot que no podemos pasar por alto).

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